dijous, 17 de novembre del 2011

Mi inseminación (22): ... pues nos vamos de excursión!

Pocas personas escogen la soledad, pero hay personas que saben convivir con la soledad, perque no quieren cualquiera a su lado, a cualquier precio. Otros y otras no lo llevan tan bien. Querrán a cualquiera, a veces a cualquier precio. Son personas dependientes, adictas emocionales, que viven mucho de cara a la sociedad. Poder lucir una pareja, aunque sepan que la relación no va nada bien, les es suficiente, no necesitan nada más, aparentemente, a pesar de que lo que pasa en los hogares de las personas nunca se acaba de saber. Y este tipo de personas, si no reciben la ayuda psicológica que necesitan y acaban en manos de individuos sin escrúpulos, tienen todos los números para acabar solas, y trastornadas. O dando demasiado por sus parejas, por un amor no correspondido, dejando de lado familia y amigos, y muchos años de su vida, porque lo único por lo que viven es por y para su pareja, para conseguir que las quieran; personas que aman demasiado, y mal.
Pues como el tema citas no ha acabado de salir bien, se puede probar con el tema de los viajes con desconocidos, de las cenas con desconocidos, o de hacerse de algún grupo. Quieres hacer amigos, conocer gente, salir de tu círculo habitual.
Haces un primer contacto... ¡y ya estás en un grupo! Ostras, qué gente más sana, cuántas cenas y cuántas excursiones. Qué bien, lo que yo quería, gente sana, con ganas de divertirse de manera sana, con gustos sanos y hábitos sanos. Todo muy “sano”.
Lo que pasa es que ser “sano” no siempre quiere decir que el resto de cualidades de las personas sean buenas. Y cuando llevas un par de salidas y un par de cenas, y ves un gran movimiento de gente, te das cuenta de dos cosas importantes. Primero, que a algunos de los miembros del grupo les encanta llevar gente que ha conocido en páginas de contactos por Internet, y que quizás sus gustos no son tan sanos. Segundo, que a algunos de los miembros del grupo no les gusta la idea que haya gente nueva en el grupo, y que hará lo que pueda para que desaparezca. ¡Ah! Es que en este grupo tan sano y tan abierto resulta que muchos de sus miembros lo que quieren es emparejarse, y tú eres una rival. Y no les gustas. Y te lo demuestran.
Lo que no acabo de entender es que si la gente lo que quiere es encontrar una pareja, ¿por qué no lo dicen? ¿Por qué tienen que esconderse en mil excusas y en mil historias? ¿Que quizás es una cosa mala querer encontrar un buen compañero o compañera? ¿Por qué a veces parece que tenga que formar parte de una maquinación, de un plan? 
Al principio intentas sacar tu mejor car, aunque a tus años este tipo de chorradas no te van mucho, y hacer entender a los miembros molestos contigo que no llevas ninguna intención de "ligoteo", que en la infancia habías sido una “scout” y que lo único que quieres es contacto con la naturaleza y buenas cenas, y sentir emociones ya olvidadas, como la emoción de preparar la mochila y las chirucas, los bocadillos y el café con leche en un termo. La emoción de madrugar y llegar bien temprano al puento de encuentro. La emoción de montar la tienda de campaña y plantarle una patata encima de todo, rescatar la vieja guitarra y el cancionero e ir practicando balo la ducha. La emoción de estar ante un fuego, en hermandad. Pero parece que en determinadas mentes, estas explicaciones no acaban de convencer. Y empiezas a ver demasiadas escisiones, demasiados jaleos entre unos y otros, y acabas cansado, añorando a tus amigos de toda la vida. Has conocido a alguna persona que vale la pena, pero se pueden contar con los dedos de una mano. Y te ha quedado bien claro que las viejas emociones de la infancia no volverán y, si lo hacen, serán muy diferentes, en contextos muy diferentes. Eres un adulto, y los hechos los vives como adulto, no como niño.
El mundo de Internet no está hecho para ti. Las amistades forzadas, tampoco. Sigues creyendo en el destino, y en que las cosas tienen un orden natural de ocurrir. Es posible que incluso seas tú la que falla. Lo asumes. En el fondo va en contra de ti, de tus principios, los que tienes tan arraigados desde pequeña. Has intentado cambiar, abrirte a nuevos mundos, pero no va contigo. Y no quieres hacer nada al respecto, ni seguir forzando la máquina. No quieres conocer más desconocidos. No todo el mundo tiene cabida en tu vida. Cuanto mayor eres, el pasado es más amplio. Y, para algunas personas, el pasado es una auténtica mochila, que pesa mucho, llena de relaciones mal acabadas, de relaciones con hijos complicadas, de situaciones no finalizadas. De traiciones y vivencias no cicatrizadas que hacen que las personas cambien, sean desconfiadas o tengan algunos traumas. Tú no llevas esta mochila y no quieres la de los otros. Es así de claro. Y a estas alturas de la vida, entre tanto individualismo, miras mucho por ti, por tu bienestar, sobre todo psicológico. Tú no llevas encima cosas pendientes, puedes haber pasado por mejores o peores situaciones pero, si en su momento les has puesto remedio, lo único que te ha quedado es una vivencia que forma parte del pasado, que está allí como un recuerdo y ya está.
Y con tanta tontería, tanta mentira y tanto fantasma, te das cuenta que te ha pasado un año. Y has llegado a los 35.

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