dissabte, 11 d’abril del 2015

Días sin hambre, de Delphine de Vigan

Este libro es una autobiografía de una mujer que pasó por la enfermedad de la anorexia, con sus puntos en común con otras biografías. Creo que, para muchas de ellas, escribir su historia, sea en formato libro, o blog, o cualquier otro medio, forma parte de su proceso de terapia.
Estos puntos en común son:
- la personalización (y alienación) de la enfermedad; aquí no se llama Ana, sino Lanor (la enfermedad)
- pureza, perfección... siguen siendo conceptos comunes
- el amor platónico, el querer gustar al médico que te ayuda, un amor asexuado, un amor de necesidad y afecto
- las trampas a la hora de pesarse y alimentarse para poder salir del hospital
- los problemas familiares, de relaciones con los padres, de situaciones dramáticas...
- la lucha interna con la enfermedad
Un tema que me ha sorprendido, porque nunca lo estudié ni encontré ningún caso como en este libro: el caso de la mujer de origen algeriano, Fatia, que como la autora dice: "es anoréxica, una palabra que no existe en su lengua, ni en su cultura".
Lo recomiendo a todas las personas que quieran entender un poco más de la enfermedad, para que vean que va más allá de "una tontería de niñas que quieren llamar la atención o ser modelos".

divendres, 3 d’abril del 2015

Un trabajo cualquiera... una casa peculiar

Muy a mi pesar he seguido un reality de la mayor cadena de realities, en el que unos famosos están en una casa sin salir durante unas semanas... y sí, engancha... y sí, entendamos como «famoso» esto que está tan de moda en este, nuestro país, donde la gente famosa que gana una pasta gansa es famosa por hablar mal de, ser el hijo de, haberse acostado con, haber formado parte de otro reality, engañar a la gente, etc...
En este programa hemos podido establecer una figura clave: la del/la «metemierda/acosador». Y esto me ha llevado a establecer un paralelismo entre este concurso/reality y un trabajo cualquiera.
Hay dos clases de «metemierda/acosador»: el que claramente critica y dice mentiras sobre una persona, y el que va en plan «me han dicho», «dicen por ahí», «se dice el pecado pero no el pecador», y que va metiendo mierdecilla porque, claro, «sólo te quiere ayudar»...
Para que esta figura exista, evidentemente, se necesita de «público», es decir, los llamados «palmeros/as», gente con poca personalidad, que aunque sepa bien que lo que hace el acosador-metemierda no está bien, le tiene miedo y hace lo que dice; además, son tontos/as, porque encima son los que quedan peor. Porque no es que tengan miedo de respeto y admiración, sino que de lo que tienen es poder ser una víctima suya, lo que hace a uno metemierda/acosador y a los otros «mierdecillas».
Y es que este tipo de individuos acostumbran a tener muy mal carácter, a ser unos déspotas, carecer de educación y estar muy, muy amargados... ah, evidentemente, no tienen ni idea de lo que es la empatía.
Alguien me decía no hace mucho que este tipo de gente triumfa en el trabajo, que se queja de muy malas maneras y consiguen lo que quieren (aumentos de sueldo, etc). Quién ha ganado este concurso? La mala educación, la intolerancia, el despotismo...
Pero yo le dije a esta persona: «fíjate en sus vidas privadas: te cambiarías por ellas?»
No, claro que no. Porque nadie quiere ser así, ni tener palmeros, ni estar amargado, ni ser un envidioso/a... porque cuando uno está bien consigo mismo y con su entorno no tiene necesidad de hablar de los otros, ni de meter mierda. Y aún menos, ser un palmero/a.