dijous, 9 de febrer del 2012

"¡Te lo prohíbo!"

El otro día estaba viendo una de estas series catalanas diarias, tipo “culebrón”. En ella, como en casi todas las series, se tratan diversos temas: drogas, traiciones familiares, engaños, mentiras, problemas en el trabajo, diferencias de clase y sociales, divorcios, poder, enfermedades terminales… y la crisis.
En el tema de la crisis actual, un ejemplo lo han puesto los creadores en una pareja de mediana edad (él abogado, ella ama de casa) que hasta ahora vivían muy holgadamente y ahora el bufete de él está pasando por graves problemas económicos. El hombre intenta escondérselo a su mujer, pero llega un momento que se lo tiene que decir, y tienen que empezar a apretarse el cinturón, cosa que le cuesta bastante a la señora. También intentan escondérselo a la hija, hasta que no tienen más remedio que contarle la verdad. Una de sus grandes preocupaciones, para hacerse una idea del tipo de familia, es el “qué dirán”, hasta tal punto que un día deciden ir al restaurante carísimo al cual iban a menudo para no suscitar muchos comentarios.
Ella, la mujer de mediana edad, con pocos estudios e inexistente experiencia laboral decide ponerse a trabajar. La respuesta de él es sobrecogedora:
-          No me hace ninguna gracia. Es más: te lo prohíbo.
En unos capítulos de después, se ve a la mujer que se dedica a coses en casa y le dice que lo hará, porque tiene que ayudar en casa.
Pero a mí este “te lo prohíbo” me dio muy directamente. Empecé a pensar en cuantas personas consideran a otras como posesiones. Ya sabemos que los adjetivos posesivos (mi, tu, su…) los utilizamos, al menos yo, sin una connotación de posesión: cuando hablo de “mi” hija utilizo este posesivo, pero cuando estoy con gente que me conoce y sabe de mi hija hablo, sencillamente, de Olívia. Cuando hablo de “mi” hermana, “mi” madre” lo hago como referencia. Vamos, que en general creo que lo utilizamos sin ánimos de destacar nuestras “posesiones” (no es lo mismo que decir “mi coche”).
No obstante, el hombre que utiliza con su mujer “te lo prohíbo” está hablando con una posesión. Es suya, y tiene que hacer lo que él diga. En la serie, al final hace lo que quiere, pero no le da ninguna importancia a que él se lo haya prohibido.
En la vida real, ¿cuántas mujeres son posesiones de un hombre? Si, encima, este hombre es violento o está loco, ¿cómo va acabar esta mujer?
¿Cuántos niños son posesiones de sus padres, que los pueden llegar a vender? ¿Cuántas niñas son posesiones de sus padres, que las pueden llegar a cambiar?
¿Cuántas mujeres que conozco, que están a mi alrededor, son posesiones de sus parejas y, lo que es peor, se sienten como posesiones, y que no son dueñas de sus vidas?

6 comentaris:

  1. Muy buena entrada, llunaprunera, como siempre.

    ResponElimina
  2. Repasando mi blog, y en relación con esta entrada tuya que ya comenté en su momento, he encontrado una entrada que ya me sobrecogió a mí en el lejano 2010 (imagino que ahora habrá empeorado).
    Eran unas gráficas publicadas por la Generalitat en relación a la violencia de género entre adolescentes. Igual te interesa para seguir en esta brecha de la que todos se acuerdan demasiado tarde, cuando la v´citima ha pasado a ser carne muerta.

    http://eldiaadiario.blogspot.com.es/2010/07/hoy-para-abrir-boca-mientras-me-tomaba.html

    ResponElimina
  3. Buenos días, Manel! Sí, recuerdo tu entrada y me alegro que lo hayas puesto para que llegue a cuanta más gente mejor. Los datos son escalofriantes. Sigo pensando que todo tiene su raíz en la educación, pero no me refiero sólo a la escuela. Me refiero a la educación principal, la de casa. Es un problema de todos. El problema es que cuando la manera de tratar a una mujer se transmite de generación en generación y nadie hace nada para cambiar... es muy difícil entrar en esas cabezas cavernícolas y reprogramarlas.
    Un abrazo, Manel!

    ResponElimina
  4. Tienes razón, voy a colgar mi comentario en tu enlace del "caralibro"

    ResponElimina