divendres, 23 de desembre del 2011

Mi inseminación (39): ¡Ya está, ya me han inseminado!

¡Y ya ha llegado el día! Vas sola, pero tu hermana y el padre de tu cuñado te vendrán a buscar. Estás analizando, para variar, todas las personas que hay en la sala. Hoy todo son parejas.
- Estarán para inseminarse, ¿también? ¿Qué deben de pensar ellos de mí? – iba pensando, supongo que también para calmar un poco los nervios, que son del todo inevitables. Son aquellos nervios mezclados con cierta euforia.
Había una pareja que parecía francamente cansada. Ella se había sacado, incluso, los zapatos, ponía los pies sobre el sofá, y se apoyaba en su compañero para dormir. La primera idea que te viene a la cabeza es que un poco mal educada sí parece, la verdad, en una clínica como esta estás acostumbrada al buen comportamiento, al buen saber estar. Pero reflexionas un momento y piensas en qué debe de estar pasando esta mujer para estar tan cansada, y quizás es que lleva ya muchas visitas, muchos tratamientos, quizás tiene problemas importantes. Y decides dejar de mirar. No es tan fácil juzgar a la gente en el tema de los tratamientos de reproducción asistida; tampoco te gustaría que te juzgaran a ti.
Sigues en la sala de espera, feliz y un poco nerviosa (como es muy normal)... y ves aparecer a tu hermana y al padre de tu cuñado.
- ¿Que no me teníais que venir a buscar?
- Ya no podíamos esperar más.
Y en pocos minutos ya te llaman:
- Ya puede pasar.
Vas camino de la consulta, como flotando. Entras en la consulta donde te harán la inseminación. Una ecografía de rigor, que todo esté correcto... y te enseñan el tubito, la probeta. Allí está. La semilla para engendrar. Piensas en cuando eras pequeña y te explicaban la historia de la abeja y las flores. Piensas en todos los que no podrán verte como madre, todos los que ya no  están: padre, abuelos, amigos que ya no  están. Deseas que te lo hagan todo muy bien, que el contenido del tubito no se desaproveche. Y entre pensamiento y pensamiento, ya ha pasado el proceso. Te dejan un rato estirado en la camilla, te van preguntando si todo va bien, y al cabo de unos minutos ya te puedes vestir. Unas últimas instrucciones del tratamiento, ¡y hacia casa!
¡Ya está hecho! ¡Ya estás inseminada! Es una sensación única, diferente, inexplicable. Vas a tomar algo con la familia que ha estado allí, estás bien, te sientes súper bien. ¡Y hacia casita!

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