Todo el mundo te vendrá a ver hacia el atardecer aquella tarde, pero quieres comer tranquila y estar un ratito sola. Acabas de comer, y como todavía queda rato para que te vengan a ver, pues vas al sofá. Y como un acto reflejo: ¡piernas arriba! Sabes que es una tontería, pero “estás más cómoda” con las piernas arriba. Total, nadie te ve... Empiezan a llegar las visitas, y como las primeras son de confianza, ¡sigues con las piernas arriba!
- Es como un acto reflejo - piensas.
- Estoy mejor así - acabas diciendo.
Después ya viene más gente, y ya no queda muy bien que los invitados estén sentados y tú con las piernas en alto. Y te sientas como ellos, un poco inquieta porque no puedes levantar las piernas. Suerte que no quieren molestar mucho y no tardan mucho en marchar. Mira, pues a volver al sofá y... ¡piernas arriba! Qué postura más cómoda... Mientras cenas, te sientas como una persona normal, entre otras cosas porque no quieres que te siente mal la cena, pero después te relajas... con las piernas arriba. Y por la noche duermes con un par de almohadas bajo las piernas, para que se mantengan elevadas. Bien, tampoco haces daño a nadie, ¿no?
Y al día siguiente te despiertes con una sensación agradable (dejando a un lado el dolor de cabeza que tienes); es lo primero que piensas: lo he hecho, quizás ya se está formando un embrión, se ha fecundado.
Pasas el día relajada, te has pedido fiesta en el trabajo, a pesar de que ya puedes hacer vida normal. Pero te lo tomas con calma.
Te estiras en la cama, te tocas la barriga, y piensas:
- ¿Habrá alguien?
Al día siguiente vas al trabajo, te sientes diferente. De hecho, el día antes de la inseminación, cuando sales del trabajo, sabes que cuando vuelvas al cabo de dos días, estarás diferente, te habrán hecho una inseminación y quizás estarás embarazada; vas de camino al autobús, te vas fijando en las tiendas, vas marcando los pasos, coges el autobús, coges el tren, sabes que el próximo día que lo hagas algo habrá cambiado en ti.
Y todo el mundo te pregunta como estás, cómo ha sido el proceso... Y van pasando los días. Y justo diez días más tarde, porque te lo han hecho un martes y sabes muy bien cuántos días han pasado, te encuentras un viernes que tienes un mal de menstruación como nunca lo has tenido, y piensas:
- Mierda.
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