Recuerdo momentos en mi vida de haber oído auténticas chorradas alrededor del tema del embarazo y de los hijos. Recuerdo una persona que decía que le encantaba estar embarazada porque la dejaban sentar en el autobús. Patético. Y recuerdo haber hecho un trabajo durante la carrera en un hogar de acogida donde la asistente social me explicaba que había niños que no eran escogidos por algunos energúmenos (supuestos buenos samaritanos) por no ser lo suficientemente “monos”, con rasgos, por ejemplo, de etnia gitana, “que no acababan de convencer”, o rechazaban llevarse hermanos (teniendo en cuenta que uno de los objetivos de la acogida podría ser no separar los hermanos), y que había niños y niñas que habían sido devueltos incluso tres veces al hogar de acogida porque a las primeras de cambio de un mal comportamiento ya no los querían. No hay que olvidar que estas criaturas en acogida venían de hogares totalmente desestructurados. Algunos no tuvieron ni una segunda oportunidad. Una auténtica lástima.
Una lástima que en el mundo haya criaturas que reciben maltratos de todo tipo, que sean abandonados, que sus padres no se los quieran. Y aquí no estoy hablando de clases sociales ni económicas. Hay personas que con pocos recursos sacan los hijos adelante. Aquí se está hablando de querer tener hijos, de meditar qué te comportará tener uno o más hijos. No se tendrían que tener porque toca, o para arreglar matrimonios. Y quien no quiera, que tome medidas. Es cierto que en muchas sociedades del mundo la prevención en embarazos es inexistente, las medicinas, los preservativos, no llegan. Pero en nuestra sociedad sí. Hay campañas de prevención, centros de planificación familiar, educación sexual. Pero algo falla en la educación cuando una adolescente se queda embarazada porque piensa que a ella no le pasará. Más grave me parece que esto lo piense un adulto.
Todo ello te hace pensar y reflexionar qué es tener un hijo y educarlo. Y encima con la gran suerte que eres mujer y que estás preparada físicamente para engendrarlo y tenerlo dentro de ti. Que te puedes plantear la inseminación artificial con semen de donante u otras técnicas de reproducción asistida porque eres mujer. A veces me pregunto: ¿qué pasaría si fuera el hombre quien tuviera este sentimiento, este deseo, esta necesidad? ¿Hay casos? Nunca he oído hablar de ello, y no lo sé. Pero pienso en ello y, si se diera el caso, tiene que ser muy duro para un hombre.
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