Así pues, otra vez hacia el lavabo. Y con la tranquilidad de hacerlo en un vaso, te sale un pipí parecido al Llobregat, mojas la parte del test... ¡y ya está! Ahora sólo hay que esperar, unos tres minutos, según las instrucciones. Lo dejas sobre un mueble, y los encargados de mirar el resultado son tus sobrinos. Un pacto es un pacto. Entras un momento al lavabo para ordenar cuatro cosas, pasas por delante del mueble sólo para comprobar que el reloj (al ser digital, antes de que salga el resultado, tiene que haber un reloj intermitente) esté funcionando correctamente... ¡y sorpresa! No ha pasado ni un minuto y ya ha salido el resultado. “Embarazada 3+”. Esto es lo que dice. Empiezas a botar y a chillar de la alegría, te abrazas con toda la familia, te felicitan... Ya está. Ya lo tienes claro. Estás embarazada. Es un hecho. Es real. Tienes una personita dentro de ti creciendo. Ahora debe de ser muy bien como una judía, si es que llega. Pero allí está. Todo ha cambiado, todo es diferente. Lo has conseguido y sí, te llena de orgullo. Sabes que tu vida cambiará a partir de ahora, radicalmente. Hay cosas que las empiezas a encontrar triviales. Tienes alguien muy importante de quien ocuparte desde aquel momento, y pasas de tonterías. Ahora solo te quieres preocupar de cosas importantes.
Minuto a minuto vas cogiendo conciencia, lo quieres disfrutar al máximo. Bien, las náuseas, que en mi caso son matinales, de media mañana, de medio día, de media tarde, por la noche... no son para disfrutar mucho, pero como sólo te preocupa que la criatura esté bien, pues lo llevas lo mejor que puedes.
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