El pasado fin de semana hablaba con personas, tanto hombre como mujeres, que buscan relaciones de amistad o de amor por Internet. La falta de tiempo, la comodidad, el anonimato, el no gustar las discotecas u otros motivos les llevan a recurrir a este espacio para ensanchar el círculo social, aunque la mayoría me comentaban que su objetivo era encontrar una pareja estable, sin rechazar amistades. Es una práctica cada vez más utilizada y ya no tan mal vista en España.
Estas personas coincidían en una cosa: todas pedían sinceridad. Cuando se utilizan páginas de pago, hay que rellenar como unas características físicas y psicológicas. Pero me decían: todos pedimos lo mismo, pero resulta que luego te encuentras con “sorpresas”: personas que no han roto con sus relaciones pasadas, fotos de hace 20 años, mentiras sobre el peso (más las mujeres), mentiras sobre la edad (tanto hombres como mujeres), personas que mienten sobre su estado civil (más los hombres), personas que mienten sobre el tener hijos (más las mujeres), etc.
Yo he reflexionado sobre la sinceridad. Si alguien te dice: “Uf, qué fea estás hoy”, será muy sincero, pero también un poco imbécil. Y yo parto de que las personas somos mentirosas, por el motivo que sea, para defendernos, porque nos gusta más una vida inventada que la que se tiene, porque no queremos que todo el mundo sepa de nuestra vida… Pero hay un límite. Si acabas de conocer a una persona y le cuentas toda tu vida, pero sobre todo la parte negativa para que lo sepa todo (¿sinceridad?), huirá. Pero si a las primeras de cambio una persona miente y se la pilla, también huirá.
¿Qué creo yo que está pidiendo la gente cuando pide “sinceridad” (que según la RAE es “Sencillez, veracidad, modo de expresarse libre de fingimiento”)? Creo que está diciendo “no me vuelvas a hacer daño, que ya me han hecho bastante”, “no me mientas en cosas que a largo plazo me van a doler”, “dame información sobre tu vida, pero poco a poco”. Y si pides, tienes que dar lo mismo. Creo que la mayor belleza de una persona está en ser natural, llevar bien tus años y tus kilos, estar orgulloso de tus hijos y de lo que hayas construido y, si en el pasado te has equivocado, aprender de ello, no esconderlo, y seguir adelante, en una página nueva del libro de tu vida. Creo que si conseguimos esto, somos “sinceros”, con los demás y con nosotros mismos.
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