Esto se consigue si se puede interpretar de manera correcta ciertas señales o síntomas que aparecen en el cadáver exhumado (esta costumbre ha sido prohibida por el Gobierno); hay ciertas marcas sobre las cuales no puede haber ninguna duda. Ser castigado por orden superior[1]. Frecuentemente no se encuentran señales en el cuerpo, o los presentes no se ponen de acuerdo sobre ellas. La significación nos muestra las ofensas; de hecho, son faltas o pecados envidiables, pero peligrosos, ya que despiertan la envidia de los poderosos al mismo tiempo que envuelven al culpable de gloria. Por otro lado, como el jefe de distrito reacciona jurídicamente y castigándolos legalmente, los supervivientes se ven libres del deber de la venganza. Así, quien vigila la mediocridad de los otros es el jefe; este no puede utilizar la violencia física directa contra sus vasallos, cuando sólo tiene la sospecha, o cuando sólo la tendencia a destacarse señala al delincuente. Como medios legales correctos sólo puede recurrir a la hechicería, y pagarla de su bolsillo. Con todo, en la mayoría de casos, la magia negra se considera el principal instrumento del jefe para imponer sus privilegios y prerrogativas exclusivos. La brujería es un apoyo de los intereses creados; de aquí que a la larga lo sea de la ley y el orden. No es exclusivamente ni un método de administrar justicia ni una forma de práctica criminal; puede utilizarse de ambas formas, aunque no se utiliza nunca en oposición directa a la ley. En sí, es un agente benéfico de gran valor para la cultura primitiva. Todo en conjunto demuestra la dificultad para marcar un límite entre las aplicaciones casi-legales y las casi-criminales de la brujería. El aspecto “penal” del derecho en las comunidades salvajes es quizás aún más impreciso que el aspecto “civil”.
González señala que en muchas sociedades los procedimientos de brujería se inician con consultas privadas. En el África Occidental y el Sudán Occidental, la primera prueba es
Frecuentemente el interrogatorio del cadáver; se pide al cuerpo del difunto, o a alguna cosa que lo representa, que designe entre varias posibilidades la causa de la muerte, o entre varios sospechosos al culpable. Este, una vez designado, se somete a la ordalía por el veneno.
[1] Adulterio, haberse permitido ornamentos demasiado ambiciosos, adicción a comidas demasiado opulentas…; la descripción que hace Malinowski en este punto recuerda los siete pecados capitales (lujuria, pereza, envidia, gula, ira, avaricia y soberbia); los pecados mortales, capitales o graves culpan y privan al hombre de la vida espiritual de la gracia y lo hacen digno de la pena eterna.
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